La lógica extractiva ha sido una
constante en el progreso de la sociedad occidental desde que esto se cuenta, y
especialmente desde la revolución industrial.
Parecía que había una cierta
erótica masculina y patriarcal en desvelar los misterios de la naturaleza y utilizar
estos códigos para ponerlos al servicio de los logros humanos-nunca para todas
las personas, nunca desde el altruismo- alcanzando cuotas de desarrollo, que
aun a sabiendas del cumplimiento sin excepciones del segundo principio de la termodinámica, la entropía y la irreversibilidad de los destrozos ambientales, nunca
se dudó en presentar como orden y evolución al resultado de esos procesos
extractivos.
Con las manufacturas y transformaciones industriales se conseguía fijar la vista en lo “creado” despistando la atención para lo circundante: el desastre ambiental y social consecuencia de aplicar una lógica reduccionista, particular e interesada, para lo común, para la vida, para el planeta y el medioambiente.
Con las manufacturas y transformaciones industriales se conseguía fijar la vista en lo “creado” despistando la atención para lo circundante: el desastre ambiental y social consecuencia de aplicar una lógica reduccionista, particular e interesada, para lo común, para la vida, para el planeta y el medioambiente.
Parece que no cuenta el efecto de
los monocultivos y la agricultura intensiva en el cambio climático, la
extracción de petróleo en un todo un siglo XX, y lo que queda, de guerras, la extracción
de litio para producir “coches ecológicos” que, junto a las baterías de los
móviles, están provocando dramas sociales y una pobreza cronificada en muchos lugares
del planeta. Cada día más parecido a un genocidio silenciado e
incentivado por el capital…
Pues bien, por muy dramático que
me ponga, lejos parece que estemos de abandonar la lógica extractiva, todo lo
contrario, la estamos ampliado a cada vez más procesos en nuestro marco
cultural, y los daños “colaterales” pronto van a situase en el centro de la
problemática social.
En el contrato que hicimos con el
capitalismo cuando nos suscribimos a un progreso vinculado al consumo y al
confort, siempre ha estado claro que la riqueza venía de trasformar lo que
el planeta nos daba “gratis”, pero siempre también, alguna gente pensaba que la
vida, la reproducción y el cuidado, quedaba fuera del contrato y funcionaba con
otras lógicas…
Pues hay disputa. Es el momento
de leer la letra pequeña…
En la medida que el desarrollo económico ha trascendido los procesos materialistas e industriales, hay un nuevo contexto que capitalizar. Un marco fundamental, que es el sector de servicios, y directamente, cómo se atienden las disfunciones de nuestra sociedad en las dinámicas de cuidado, que cobra importancia en la economía formal por haber deteriorado, previamente, los espacios que históricamente se ponían al servicio de la vida.
Hay una batalla imprescindible de la lógica extractiva frente a la resistencia de una lógica de conservación y preservación, una batalla por la usurpación de los procesos vitales que necesita el mercado fiel a su esencia de acumulación y avaricia.
En la medida que el desarrollo económico ha trascendido los procesos materialistas e industriales, hay un nuevo contexto que capitalizar. Un marco fundamental, que es el sector de servicios, y directamente, cómo se atienden las disfunciones de nuestra sociedad en las dinámicas de cuidado, que cobra importancia en la economía formal por haber deteriorado, previamente, los espacios que históricamente se ponían al servicio de la vida.
Hay una batalla imprescindible de la lógica extractiva frente a la resistencia de una lógica de conservación y preservación, una batalla por la usurpación de los procesos vitales que necesita el mercado fiel a su esencia de acumulación y avaricia.
Negocio, con la vida hay disputa
y negocio, desde las gestaciones y reproducciones asistidas, desde los partos y
nacimientos instrumentalizados, desde los cuidados externalizados, desde la protección
de menores institucionalizada, hay negocio y mucho. Hay necesidad, hay demanda
y hay incapacidad de autogestión de la existencia. Mucha de la derrota social
ya está certificada.
Y sí, para que opere el sistema y
se ponga al servicio de las necesidades -redefinidas y desnaturalizadas- necesita extraer de los contextos vitales aquellos elementos que van a
ser objeto de transformación en la industria de los servicios, y a su vez, aquello
que es singular, propio y vivencial, ha de adoptar una forma estandarizada de mercancía,
para que pueda circular libremente y en consonancia con nuestro modelo
cultural y económico.
De esta manera estamos en un momento
fundamental de propaganda cultural para que las personas no nos conectemos con
nuestras propias necesidades y anhelos en un diálogo social, ni con los iguales
en dinámicas de interdependencia, sino con el exterior en términos de oferta y
demanda, de consumo y soledad.
La lógica extractiva opera en el
momento que hablamos del amor, de la relación, del vínculo, de la crianza, de
la educación y del cuidado, con categorías monetarizables y que de hecho van
conformando un nuevo avance del capitalismo como sistema socioeconómico y
cultural.
Pero nada es gratis, la
alternativa tampoco. La vida necesita vida para reproducirse y sostenerse.
Si se sacan de contextos vitales los elementos fundamentales que sirven para la cohesión social (los niños y niñas son uno de los más importantes, también las personas ancianas), la sociedad se rompe y se fragmenta, la individualización se consolida, y pese a que en nuestras sociedades el individuo recopila derechos, el sujeto jurídico no tiene capacidad de autosatisfacer sus necesidades.
Se necesita red humana, o hay comunidad o hay desierto.
Si se sacan de contextos vitales los elementos fundamentales que sirven para la cohesión social (los niños y niñas son uno de los más importantes, también las personas ancianas), la sociedad se rompe y se fragmenta, la individualización se consolida, y pese a que en nuestras sociedades el individuo recopila derechos, el sujeto jurídico no tiene capacidad de autosatisfacer sus necesidades.
Se necesita red humana, o hay comunidad o hay desierto.
Vamos extrayendo, sacando del ecosistema de vida, todo lo que nos
ayuda a vincular, hasta el extremo de que solo nos queda abandonar el barco
cuando ya no queda nada: Solo un cuerpo social mutilado. Entonces vamos como
zombis al espacio público a cubrir necesidades sin encontrar aquello que nos
nutre y nos reconforta, porque las personas sostienen al consumo, pero, como la
entropía, es un proceso irreversible.
La soledad adquirida confronta
con la autonomía ejercida en relación, con la consecuencia saludable del
vínculo y del arraigo, y al renunciar a la interdependencia en aras del éxito
individual, asumimos una dependencia con una macro estructura, racional,
capitalista y patriarcal, que nos mata de inanición, que no nos nutre y encima
nos condena a gestionar la carencia como si de nosotras dependiera…
Y después de la desertificación,
por deserción generalizada, viene el abandono, la vida estéril, las distopías…
Urge dar respuesta, momento de excepción, de
extinción, o de preservación y restauración.
El movimiento ecologista siempre ha tenido claro que para prevenir la extinción de una especie hay que
preservar su ecosistema, analizar las amenazas al contexto e intervenir de
manera indirecta en aquellos elementos que imposibilitan que dicha especie
pueda autorregularse. Hay una confianza en el instinto de la vida a reproducirse
y perpetuarse y hay muchos ejemplos que ilustran que cuando se respetan las
condiciones adecuadas la cosa marcha.
¿Y por qué lo que se tiene claro
que funciona con las ballenas, con los linces, con los y las elefantas queda tan
lejos del modelo imperante de desarrollo/supervivencia humana?
¿Por qué nos empeñamos en
experimentar propuestas de ingeniería social, que si bien parecen nuevas,
participan absolutamente del paradigma racional/invasivo/totalizador que ha
guiado la historia desde que el simbólico patriarcal desterró para siempre a la Diosa Madre y la experiencia de abundancia, deseo y cuidado?
Somos herederos de este
matricidio, y nos cuesta demasiado abandonar el lugar de privilegio, y
prepotencia, en el que nos hemos situado. Tendemos a asemejarnos más a la
idealización de los dioses del Olimpo, con sus guerras y violaciones, que a las
mamíferas de otras especies, con genes, neurobiología y procesos vitales compartidos.
Y sí, aunque me pudiera haber ido
con las primas chimpancés por las ramas, no acabo sin confesar los hechos
mundanos, que han originado este artículo:
La SEGO (Sociedad Española deGinecología y Obstetricia) está en la palestra por hacer una encuesta respecto
a la inducción del nacimiento a partir de la semana 39, introduciendo tal posibilidad
en los protocolos de atención al parto, porque para qué esperar, por qué respetar
un proceso fundamental en la reproducción humana, en el que está en juego el
bienestar futuro de la sociedad y la salud presente de la diada madre criatura,
sentándose las bases neurobiológicas para el apego y vínculo, imprescindibles
para la supervivencia…
Y otro, la asociación EL PARTO ES
NUESTRO, ha publicado un manifiesto en contra de la judicialización del momento del parto, porque es tanta la confianza que tenemos en el sistema jurídico que
lo creemos muy competente para arbitrar las situaciones de parto y nacimiento,
porque, confiar en las mujeres, en sus libres decisiones, y en la sabiduría ancestral
de sus cuerpos, está fuera de foco…Hace ya mucho tiempo que se divorció la ética de la justicia de la ética del cuidado, y se desterró la confianza en la autorregulación de los seres humanos...
Y podría seguir, se puede argumentar
que cada una de las acciones extractivas violentan los ecosistemas del crecimiento
y desarrollo humano, y que son muchos más los inconvenientes que las ventajas. Hay evidencia cientifica, mucha y muy desoída, pero nada parece impedir que la perinatalidad y la infancia vengan a consolidarse como la mina más rentable de nuestro tiempo, de dónde extraer valiosa mercadería social: discursos, políticas y servicios que hacen viable la vivencia generalizada de malestar.
(Dejo para otro momento, la
lógica extractiva de la decisión de la escolarización temprana, lo de que las
criaturas de 0 a 3 años estén en espacios institucionales, desnaturalizando los
contextos saludables de crianza y dando la precariedad afectiva intrínseca a los
cuidados masivos y dosificados. Y dejo también para otro momento, la
lógica extractiva de las retiradas de tutela y la guarda con encierro en centros de
menores, porque parece que no nos da para inventar un modelo de protección que
ampare a la vez que refuerce la dinámica comunitaria, y que no precise romper
con la raíces y la socialización de los niños y niñas que necesitan ser
cuidados… y es que sí, esto es una mina )
Comentarios
Publicar un comentario