Foto de Mitxi. Publicada por El Mundo 10/08/2012 |
Cuesta acercarse a la cuestión de
la niñez sin la variable tiempo. Pero ¿qué pasa en este momento que el tiempo
parece que se para, que vivimos en un sin
tiempo que a la vez se hace eterno?
Estamos lejos, pero ojalá la
falta de un horizonte concreto, la desmantelación de planes y agendas, nos ayude
a conectar con el presente de la infancia.
El confinamiento nos lleva a
añorar la libertad, a la preocupación por el trabajo, por los ingresos, a matar
tiempo con memes y Netflix, a elaborar un relato adulto de lo que supone la
vivencia de la pandemia, pero ¿qué nos pasa en relación con las criaturas?
A pesar de los extensos puntos de
los decretos del Estado de Alarma, la infancia queda sin estar recogida, como explica César Rendueles en la entrevista enlazada, nada
de sus necesidades, nada de sus anhelos…
De nuevo, solo se habla de ella
en relación a la escuela, en un discurso monopolizado por la voz docente, por las
tareas, los contenidos, las teleclases.
O en multiplicidad de “ofertas de
entretenimiento” juegos, manualidades, cuentos, gimnasia, dibujos animados…
Todo realmente poco importante, e
incluso molesto para los niños y las niñas, solo producto de la visión adulta
de lo que un niño o niña quiere.
¡Qué lejos estamos de las criaturas
si pensamos que tenemos que colonizar su momento de confinamiento con elementos
externos sacados de los anacrónicos currículums académicos o de las rentables
industrias de entretenimiento!
Mucha gente venimos denunciando
el divorcio esencial entre el mundo adulto y el bienestar infantil, entre la
educación y el cuidado, entre el consumo, de conocimientos y de ocio, y el
disfrute.
Ojalá los y las docentes hubieran
hecho un ejercicio de empatía con las criaturas y reconocieran su papel secundario
e insignificante en la magnitud del momento y se pusieran al servicio del bienestar, sin molestar con deberes, tareas u otros elementos enajenadores de lo que se
está viviendo.
Es ridículo llegar a comparar la
potencialidad para el aprendizaje que tiene la experiencia de confinamiento frente a la que pueden tener los deberes o las “tareas escolares”, por mucha innovación que
lleven.
Convivir, compartir el
no tiempo, lo que ha quedado liberado con la pausa del mecanicismo productivo y
la lógica del empleo. Una oportunidad única.
Claro que es difícil, claro que
no estamos entrenados, claro que cuesta emanciparse del tener que entretener
niños, claro que el mundo adulto nos ha hecho olvidar la potencialidad creadora del aburrimiento, claro que nos morimos por consumir, cuentos, canciones, películas.
Tenemos que forrar las neveras con
plannings, que no cumpliremos, pero que nos ayudan a creer que vivimos instalados en la mentira adulta y que ésta no se tambalea ni en estado de alerta, y a la vez buscamos cualquier cosa que nos ayude a mirar hacia fuera con la esperanza que
lo externo llene el vacío que tenemos en la relación con las criaturas.
Pero creo, y espero, que nada de
esto va a funcionar
La confinación de la infancia no es
algo de estos días de coronavirus, tenemos a la infancia cotidianamente
confinada en escuelas, en las extraescolares, en los parques de bolas, en los
campamentos urbanos y en los pisos de las abuelas. En todas y cada una de las
realidades hechas a imagen y semejanza de la expectativa adulta para sostener
el estilo de vida enajenado que nos mata y que perpetuamos.
Las criaturas muestran su rechazo
de muchas maneras a todo el confinamiento social al que están sometidas (a veces
con rabietas, a veces representando diagnósticos de enfermedades mentales, y a
veces incluso anulando su capacidad creadora y de disfrute).
Y es un rechazo al que no damos
dimensión política. Y es cierto que su capacidad de transformación de las
diferentes estructuras e instituciones donde el mundo adulto les ha colocado es
reducida.
Pero ahora, en el confinamiento
puede tener otra dimensión. (Es de agradecer, mucho, la ayuda que puede significar el trabajo que están haciendo las compañeras de #sociologíadeurgencia #infanciaconfinada, para sacar un apredizaje social de este momento que incluya a la infancia)
Ahora el rechazo y el malestar pueden expresarse en
relación, y los niños y las niñas tienen la oportunidad de dialogar con su situación.
Los diferentes elementos que estructuran su realidad emergen y son susceptibles
de mutación, lo que objetivamente define una oportunidad de tranformación saludable, de acción directa.
Las personas que llevamos reivindicando
desde hace mucho tiempo la infancia como sujeto político y como un actor fundamental
en la vertebración de la vida social encontramos siempre enfrente como enemigo
discursivo a quienes describen a los niños y a las niñas como “cargas
familiares”, como un elemento adyacente a la vida adulta que hay que colocar, conciliar
o repartir.
Y sí, muchas veces sentimos que
perdemos la partida. Sobre todo cuando hay un mercado ávido de hacer negocios
con la externalización de los cuidados y unos adultos extenuados por la explotación
del tiempo capitalista.
¿Pero qué pasa ahora que no hay
dónde descargarse, que no hay quién se haga de oro con nuestra incapacidad?
Pues pasa, primero desquicio, por
no poder, no saber, no llegar, y segundo pasa que la infancia se expresa, se muestra
tal y como es.
Y la infancia es y solo es en relación.
Aparece una oportunidad, incluso epistemológica,
de conocer lo desconocido, de poner cuerpo y vivencia a lo siempre
interpretado. De vincular, de habitar la infancia.
Y aparece la con-vivencia como elemento
fundamental, democrático y revelador de lo que normalmente se enmascara y se
invisibiliza.
Claro que es difícil teletrabajar
con niños en casa, pero también es difícil ser niña o niño y tener a tus
adultos teletrabajando.
Claro que es difícil convivir con
juguetes, dibujos y trastos infantiles por toda la casa, pero cuánto tiene
de injusto que en la organización de una vivienda todo sean espacios adultos
excepto la habitación de los niños. Una habitación para el confinamiento doméstico
que muchas veces termina siendo un espacio elegido, de libertad, (sobre todo por
adolescentes) al no encontrar otro lugar en la estructura familiar donde
habitar.
Y claro que en la convivencia hay
estructuras de poder, y que la jerarquía adulta se impone, pero las criaturas
tienen más capacidad de disolver una dinámica que les incomoda cuando ésta es
representada por personas cercanas. Con pataletas o diálogo se
aseguran que envían su malestar sin intermediarios y que este no queda desnaturalizado por elementos pedagógicos.
Los adultos ganamos, pero en el cuerpo
a cuerpo la cosa se equilibra más que cuando tenemos a todas las instituciones
de nuestro lado, certificando nuestro poder y nuestra ausencia.
Es la oportunidad que tenemos y que
les podemos dar, utilizar este momento de confinamiento y de relación estrecha
para diluir las jerarquías, rendir el poder y abrazar la complacencia. Reconocer
a nuestras criaturas en su intenso momento y acompañarlas haciendo común la
situación.
Trascender el CONFI(N)AR al CONFIAR, como dice mi amiga Coni Peris, un prinicpio inevitable para tejer nuevas alianzas,
restaurando los vínculos maltrechos por la mediación de la cultura adultócrata.
Y por supuesto, echamos de
menos la libertad, y sabemos que los niños y las niñas la necesitan más que
nadie, pero a buen seguro que la conquistarán en el momento que puedan. Pero igual, lo que no pueden hacer es seguirnos
el paso cuando el ritmo productivo dirija nuestra cotidianidad, y de nuevo la ausencia
nos describa.
Solo el sin tiempo nos
regala este momento.
Y es una gran oportunidad, porque
si somos capaces de aprovechar estas semanas para integrar la experiencia
infantil en nuestra dinámica doméstica aprenderemos también lo desnaturalizado
que está el mundo para ellos y ellas.
E igual, después de todo esto, aunamos
fuerzas para ayudar a que su experiencia vertebre, no solo la convivencia en el
espacio privado, sino también en el público, colaborando con la libertad y la
autorregulación de la criatura humana.
Si pasa, habrá merecido, al menos parte de la pena.
Salud, libertad y convivencia.
Enhorabuena
ResponderEliminarMe ha encantado el artículo, sobre todo para recordarme ideas que tenía cuando estaba embarazada e ilusionada con compartir mi vida, mis espacios con el peque que venía, y no se como esas idea se van destilando y se convierten en apresurados ritmos de adultos para que todo cuadre. Gracias a un amigo q me paso artículo.
ResponderEliminarclinicavasculine.es
ResponderEliminarEl confinamiento puede empeorar las várices debido a la falta de actividad física. Mantenerse activo en casa, realizar ejercicios de piernas y usar medias de compresión pueden ayudar a prevenir y tratar las várices.