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© 2021 Disney |
Este artículo no es una crítica cinematográfica y no tiene spoilers
directos pero, en cualquier caso, mucho mejor ver la peli antes de leerlo para
poder contrastar las opiniones que aquí se expresan.
Toda peli puede gustar o no
gustar, faltaría más, pero en el caso de la última producción de Pixar, “Turning Red”, la cosa va más
allá del gusto, supone un paso nunca dado, en el mainstream, en la visualización, comunicación y valoración de la
realidad adolescente. La historia de Mei Lee en su transición a la adolescencia
tiene una perspectiva de género impecable y es una propuesta llena de detalles
que marcan las coordinadas de lo que debiera ser una mirada respetuosa a las
infancias y adolescencias, poniendo de manifiesto justo los elementos que son
más problemáticos en el contexto de una sociedad adultocéntrica, y resolviéndolos
de forma muy satisfactoria, creando así un marco interesante de diálogo social en
el que todos y todas podemos reconocernos a la vez que cuestionarnos. Domee
Shi, directora de la película, reivindica una adolescencia, cada vez más
denostada, como una vía de catarsis social hacia un mundo más habitable y
saludable para todas, y nos regala una ofrenda generosa para la celebración de
la vida.
Todo un regalo y una propuesta
pedagógica que, como toda la pedagogía valiosa, es una propuesta sociopolítica
para abrazar, o al menos debatir, aunque pueda escocer que venga de la mano de Disney, con su, hasta ahora, currículum
colonizador al servicio del poder y del estatus
quo.
Enumero y justifico aquí los
elementos que hacen, en mi opinión, de esta película una joya pedagógica:
1. La relación patriarcal entre
madre e hija.
Como expresión de la cultura
patriarcal estamos acostumbradas a ver en el cine relaciones entre padres e
hijos, incluso entre padres e hijas, también, a veces, entre madres e hijos, pero
pocas veces se representa la relación entre una madre y su hija, y menos desde
la perspectiva de la criatura. Además #TurningRed,
pese al tono de humor y desenfadado de la película, lo hace desde una visión
nada edulcorada, mostrando lo que hay de maltrato, violencia y autoritarismo en
esa relación. Viendo la película, todo el rato recordaba el trabajo de Victoria
Sau -El vacío de la maternidad, madre no
hay más que ninguna (2004) Barcelona, Ed.Icaria-, en la que reflexiona respecto
a la maternidad impostada, a esa maternidad patriarcal que surge como
consecuencia del matricidio, de sacar
del imaginario social a una maternidad entrañable, tierna, con cuerpo, y
aterrizada en la relación con las criaturas, para ser sustituida por una
maternidad al servicio del orden patriarcal, que expresa en primera persona la
violencia del padre para mantener el orden de las cosas.
#TurningRed cuenta esto con mucha fuerza y potencia porque asocia la
ruptura, la socialización patriarcal como madre, a un momento de renuncia y a
una negación de la parte más “animal”, más vital: directamente a la represión
de la sexualidad. La ruptura de Mei con respecto a las mujeres de su
familia no es tanto una ruptura generacional en términos culturales sino una
ruptura radical con la genealogía patriarcal. Reivindicando su sexualidad, su
potencia, y decidiendo construir desde ahí y no “domando a su fiera” al
servicio del orden social. Mei, en representación de su generación, abre la
oportunidad a otra construcción de mujer, a una subjetividad forjada desde la
integración biopsicosocial y no desde la negación y represión del deseo.
La película es realista en esto.
La abuela y las tías vuelven a su lugar social, mostrando que el lugar
fabricado por el patriarcado para las mujeres también es difícil de abandonar.
Ojalá dentro de unos años Pixar haga
una secuela de la peli para mostrarnos a Mei de mamá y cómo se alumbra una
alternativa cuando la crianza participa de la dimensión liberadora de la
sexualidad, libidinizando las relaciones maternofiliares.
2. El rol del padre.
Las personas que seguís mi blog sabéis que suelo hablar de
paternidad como una manera de reflexionar sobre los hombres y el cuidado, y de
cómo esta experiencia puede ayudar a cuestionar algunas de las bases
estructurales del patriarcado y de los roles de género.
La representación del papá de la
peli es maravillosa. Huye de manera clara del protagonismo que últimamente se
otorga a “las nuevas masculinidades” para definir un lugar tan importante como
subalterno. Entra en escena poquito, sin reivindicarse, pero estando presente.
Aparece abrumado por la intensidad emocional de las relaciones entre las
mujeres de la familia, pero esto no le hace abandonar ni huir de la situación.
Se refugia en cocinar –puestos a estar fuera de foco, que sirva para algo- y desde
este lugar de servicio su presencia le posibilita entrar en relación en los
momentos en que es necesario, incluso, con más capacidad de empatía que la que
tienen las que se están jugando la vida en primer plano.
Es un padre “papá” que define su lugar sin verse contaminado por las
expectativas externas y mandatos de género. Habita la situación, y ahí, hace lo
que puede, con sus limitaciones y su buena disposición.
La directora es benevolente y le
regala un poco de reconocimiento. A parte del sketch de los títulos finales, hay un momento de la peli en que las
amigas de Mei se alegran de que cocine su papá. Esto marca el camino: la única
paternidad válida es la que validan las criaturas en base a sentirse cuidadas,
lo que, generalmente, va a ser muy diferente a definir un nuevo ego masculino basado en los postulados
del igualitarismo.
3. La falta de dinero en la pubertad y adolescencia.
Uno de los temas fundamentales
que hilvana el hilo argumental de la película es cuando Mei se conecta con una
necesidad económica para hacer frente a un gasto que ella, y sus amigas, valoran
como fundamental y que sus familias acaban negándoles. La madre y el padre de
Mei lo tratan como un capricho, sin querer, ni poder, empatizar con lo que está
en juego. Intentan además con ello condicionar la actividad y la vida de su
hija.
#TurningRed muestra con claridad cómo se puede ejercer un autoritarismo
desde la posición de privilegio que da decidir sobre el dinero, cómo es de
delgada la frontera entre la administración de los recursos familiares para
atender las necesidades del grupo y entre el abuso que esto puede suponer con
los miembros de la familia a los que no se les reconoce su agencia en estos
temas. Cuando las criaturas son más pequeñas se da por supuesto que sus
necesidades quedan dentro de la dinámica familiar, por lo que, excepto algunos
extras, todo queda en casa. Pero conforme los niños y las niñas van creciendo y
se van configurando al margen de la familia, incluso representado roles y
dinámicas antagónicas y reaccionarias a la misma, hay una divergencia, que en
un contexto capitalista, cuesta dinero. ¿Cómo se paga este proceso?, ¿quién
financia un itinerario que se suele recorrer a la contra de lo establecido?, ¿hasta
qué punto se instrumentaliza lo económico para promover conductas y hábitos afines
a los valores de los adultos de la familia, incluso con el rechazo y la
oposición de las más jóvenes?
#TurningRed va un paso más allá y muestra qué hace Mei al respecto,
cómo la negativa de su madre y su padre le lleva a explorar alternativas y cómo
este camino le lleva a la creatividad, al apoyo mutuo con las amigas, y también
a relacionarse con el riesgo.
La protagonista llega incluso a
vender su presencia adulta, su “fiera”, ¿su sexualidad?, en una fiesta. La
peli es valiente y no lo juzga, valida la experimentación, pero a la vez
muestra que la propuesta no está exenta de riesgos: a Mei no le hace sentir del
todo bien y precisa “rescate” de su gente y de su familia.
El tono jovial de Disney hace que
se pueda pasar por alto esta doble lectura, pero en una película que va sobre
los cambios de la pubertad en un contexto en el que todo el rato se sexualiza
el cuerpo de las niñas, es muy interesante que se muestre que esto no pasa
desapercibido socialmente, y que hay que poner al abasto de la adolescencia
herramientas, acompañamiento, para que el peligro no imponga una represión y una
negación de la sexualidad en su socialización. Pese a lo controvertido del
tema, de nuevo, la película lo resuelve de manera satisfactoria, mostrándolo
con naturalidad y sin disimular el impacto que esto tiene tanto a nivel social
como a nivel psicológico.
4. La desobediencia.
#TurningRed da un valor poco usual a la desobediencia. Generalmente
la desobediencia adolescente se ha expresado en el cine asociada a conductas
disruptivas, como reacción a situaciones de opresión o de incomprensión, como
una disfunción del crecimiento que había que corregir, canalizar y acompañar. Rebeldes
con causa y sin causa, pero al fin y al cabo, la rebeldía como un elemento
circunstancial en el desarrollo.
En esta película, por lo
contrario, la rebeldía, la desobediencia, pasa de ser algo adjetivo a ser algo
sustantivo, no hay otro camino. Mei tiene que desobedecer si quiere crecer,
tiene que mentir, elaborar estrategias de ocultación y entrenar en las pequeñas
insumisiones cotidianas lo que luego necesitará para romper de manera definitiva
con la expectativa familiar.
A Disney le han colado una
película libertaria que denuncia el poder adulto, la adultocracia,
un totalitarismo que solo se puede romper desde la confrontación y la
desobediencia, aunque esta no esté exenta de riesgos y luego pueda precisar de
un acompañamiento. Es muy interesante que, en la propuesta de la película, son
las adultas las que han de redefinir las alianzas en la nueva situación que se
crea a partir de desobedecer. En ningún
momento se plantea como posibilidad deseable que Mei tenga que “volver al buen
camino”, pidiendo disculpas y colaborando en restaurar lo anterior.
5. La sororidad.
La sororidad es positiva sin
matices. Es el valor más nítido que se muestra en la película y un elemento
imprescindible, motor de todos los procesos que viven los personajes y también,
en una coherencia en la propuesta, una constante en el hilo argumental de la
película.
Lo interesante en #TurningRed, y lo que supone un avance
en este tema, es que no se muestra como una sororidad
identitaria. No se define como un espacio de apoyo mutuo desde la compasión
o desde la mímesis, ni siquiera desde la necesidad adolescente de
autoafirmación. Rompe con cualquier atisbo de seguridad sectaria en el que la
incondicionalidad es producto de la identificación o de la pertenencia.
Por lo contrario, el grupo de
amigas aparece como un espacio diverso, múltiple, con roles y personalidades
muy diferentes que se juegan en común la vida. Cada una desde su posición y sus
matices. Se defiende el grupo como un lugar que hace crecer las experiencias,
que se nutren y adquieren riqueza en la medida que se comparten y colectivizan
en su seno. El grupo de “iguales” -que en la peli no pueden ser más “diferentes”
(además de personajes maravillosos que rompen con los estereotipos al respecto)-
se muestra como el marco imprescindible para poder amplificar los procesos que
está viviendo Mei, lo que se precisa para que éstos puedan tener resonancia
social y puedan regresar a la protagonista cambiando su situación.
La sororidad así aparece como
elemento político de mediación con el entorno y transformación del mismo, y,
además, es muy importante que se muestre que esa socialización se hace desde el
afecto: Mei traslada el espacio de seguridad afectiva desde su familia a su
grupo de amigas, pero no por ello renuncia a la parte libidinal de cuidar y
sentirse cuidada, que sigue siendo el motor de su crecimiento, desterrando de
la película la idea patriarcal de que se crece desde la soledad y el desamparo.
6. Cultura “súper pop”.
Una de las expresiones más claras
del adultocentrismo es la devaluación de los elementos culturales con los que la
gente más joven se identifica. La devaluación y desestimación de los productos
que se apropian, resignifican y utilizan como plataformas para el crecimiento y
la socialización.
Y esta película los dignifica
todo el rato. Las canciones que salen son de calidad, molonas y pegadizas, -en
casa hemos pasado de cantar el “Ay mamá” de Bandini para abrazar “You want it? (I want it)” de los 4 Town-.
La estética, el lenguaje, el
fenómeno “fan”, etc. En ningún momento se emite un juicio sobre nada de eso,
nunca se ridiculizan en la película dichas expresiones, más bien lo contrario.
No son tratados como una “cultura menor” frente a otras representaciones más
adultas e ilustradas -la propia película es una expresión pop de cultura
adolescente, que está encantando a chicas y chicos de esas edades, y es un
producto cinematográfico magistral que juega en la liga con lo mejor que ha
hecho Pixar-. Estos elementos se reivindican, con fuerza y alegría, y se consigue
hacernos a todas cómplices y partícipes de dicha reivindicación, lo que es en sí
mismo liberador, y muy divertido, además de ayudar a tender puentes de
comunicación con un grupo social muchas veces incomprendido y desatendido.
7. El trabajo en la infancia.
La protagonista trabaja en casa,
colabora y aporta tiempo y energía a la economía familiar. El tema del trabajo
infantil es un tabú en occidente y pese a ser una realidad que vertebra las
vidas de millones de niños y niñas por el mundo, aquí no se puede casi ni
nombrar, ni menos defender.
#TurningRed se hace cargo de esta realidad. Mei tiene que disimular
y mentir a sus amigas cuando se va a trabajar a casa. Pero luego, la película
muestra cómo el trabajo de Mei es una actividad fundamental en la relación con
su madre y con su familia, y qué papel juega respecto al arraigo y al sentimiento
de pertenencia a su clan. Esta lectura se mantiene a lo largo de todo el metraje,
incluso al final. Cuando se oxigena la relación de Mei con su familia, podría
parecer que con ello desaparecería la expectativa de que ella tuviera que
trabajar, pero sorprendentemente, de nuevo, la película apuesta por una
solución valiente, y muestra a Mei otra vez trabajando, de buen humor,
colaborando con las necesidades de la familia, pero ahora de manera protagónica.
Hace suyo el trabajo y lo adapta a su nuevo momento.
#TurningRed se posiciona en contra de la explotación infantil, pero
no en contra del trabajo de las infancias, deja claro que no son la misma cosa.
Obviar esto priva a la niñez de una de las experiencias consustanciales para su
crecimiento en pertenencia.
8. La movilidad.
Es estimulante ver cómo la
película muestra la libertad de movimiento de los niños y niñas por la ciudad:
el uso de los transportes públicos, los itinerarios para ir a la escuela, a la casa
de los amigos, etc. La historia no hubiera funcionado en el contexto usual de
dependencia adulta en la movilidad.
Los desplazamientos junto a las
amigas, las conversaciones que se dan deambulando por la ciudad, la interacción
con los diferentes elementos y personas con los que Mei se encuentra, todo ello
define momentos fundamentales en la adquisición de autonomía y posibilita
vivencias de libertad y experiencias de potencia que nutren el momento de
cambio al que se refiere #TurningRed.
Las transformaciones psicológicas de la pubertad precisan una base material, de
autonomía y libertad, para que realmente puedan posibilitar un crecimiento
individual y social saludable. De otra manera implosionarían en un contexto
excesivamente cerrado provocando malestar.
Imposible no relacionar esta idea
con el trabajo de Tonucci, “la ciudad de los niños”, y cómo valida y valora como fundamentales los
momentos y lugares que tienen las criaturas sin supervisión adulta, y cómo son
necesarios para el crecimiento. Es de responsabilidad adulta tanto hacer las
ciudades amables y tiernas para los niños y niñas, como trabajarnos nuestros
miedos para no caer en una protección
que sea represiva, por tener una nula tolerancia al riesgo y estar siempre
asustados por lo que puede pasar…
9. La escuela.
Sin ser uno de los temas centrales
de la película, para aquellos y aquellas que nos dedicamos a pensar y repensar
la escuela aporta elementos interesantes.
Uno es que, pese a las muchas
acciones de la película que suceden en el espacio escolar, no aparece ninguna
persona adulta significativa en la escuela que sirva de referencia o acompañamiento
para Mei en su intenso proceso personal. Todo pasa al margen del funcionamiento
normal de lo escolar. Todo lo importante acontece fuera de foco, el
contexto educativo antes que acogerlo lo invisibiliza.
Es relevante cómo se muestran los
baños de la escuela, como casi el único rincón de refugio en un lugar que
debiera estar pensado todo él para el cobijo y el amparo de las infancias.
También es relevante el valor que da la película a los espacios comunes de la
escuela, el patio -casi siempre
colonizado por las actividades deportivas-, y cómo las criaturas se han de hacer
hueco entre los juegos de balón para sus conversaciones íntimas, y cómo, incluso,
se han de refugiar debajo de las gradas, como #WestSideStory, para tejer sus redes y hacer crecer sus
complicidades de manera furtiva.
Por otro lado aparece también la
escuela como una plataforma potente para que la chavalería pueda desarrollar
sus potencialidades. Un espacio para la creatividad. Quizá el único que puede
poner recursos a su abasto.
Mei y su grupo de amigas
desarrollan en el cole, instituto, todo su micro-emprendimiento para poder
conseguir su anhelado objetivo y sorprende que esta actividad no es apenas interferida
por los adultos docentes (no están, no acompañan, pero al menos, tampoco
molestan).
Me aparece el interrogante de
hasta qué punto se permite de manera generalizada el acceso a los recursos
públicos que invertimos en educación, aulas, materiales, ordenadores, etc.,
para el uso y disfrute de los chicos y chicas sin que, necesariamente medie previamente
un objetivo supuestamente “educativo” y una supervisión docente.
Esta experiencia de escuela
contrasta con la nuestra, en la que los espacios sin adultos son absolutamente
residuales, incluso clandestinos, donde hasta los recreos son supervisados y las
extraescolares dirigidas. Luego nos sorprende que la adolescencia se exprese en
la escuela con una “falta de entusiasmo”, y lo contamos como si fuera consustancial a su momento y no
consecuencia de lo inhóspito del contexto escolar.
10. La visualización de regla.
Para acabar me refiero al
argumento que, desde una visión reduccionista, han esgrimido tanto defensores y
detractores de #TurningRed
refiriéndose a la película, como si toda ella fuera de la menstruación.
En cualquier caso, en el cine, la
regla ha estado siempre invisibilizada y desterrada absolutamente de los productos
destinados al público infantil y juvenil. #TurningRed
rompe con ello. Aparecen en primer plano los tampones y las compresas, y se hace
cargo de lo que supone para las chicas jóvenes vivir la experiencia de la
primera menstruación en un contexto hostil.
Después de tantos años de cultura
audiovisual en la que la sangre nunca aparece, y que la regla se muestra azul y
aséptica, es fundamental ir incluyendo otras representaciones y es
especialmente importante incluirlas en productos dirigidos a la población en
general -que casi coincide como la población consumidora de Disney-. Hacer ver
que la menstruación, y todo lo que conlleva, es un tema que nos interesa a
todos y todas, que no es algo particular, íntimo y exclusivo de la mitad de la
población.
Padres, hermanos, amigos y novios
hemos de normalizar absolutamente lo que esto supone, comprar compresas en el
supermercado con la misma naturalidad que compramos papel higiénico y
acostumbrarnos a ver la copa menstrual junto a los cepillos de dientes en el
baño.
Esta película colabora con ello,
pese a las críticas que ha podido recibir de algunos hombres que no soportan
todo aquello que no sea una representación de sí mismos y de su ego.
****
E independientemente de los valores pedagógicos de la película, si
es una joya, lo es sobre todo por cómo todo ello está insertado en un producto
disfrutón, disfrutable y de mucha calidad. Los personajes, la música, el ritmo,
la animación, el fabuloso guion, todo está muy trabajado y consigue –y es muy
difícil- que ninguno de los mensajes que se plantean lastren la película. Lo
que se muestra casa a la perfección con el tono vital, irreverente y creativo
que transmite la película. Visionarla permite no solo reflexionar sobre la
adolescencia, también regala una oportunidad de recorrerla de nuevo, dándonos
incluso la opción terapéutica de reírnos de situaciones en las que nos podemos
sentir identificados, y que, generalmente, por el marco adultocéntrico de
nuestras vidas, no siempre se vivieron de forma saludable.
No queda otra que recomendar su
visionado, y su re-visionado, compartirlo con hijos e hijas, y por qué no, recuperar
el ochentero videoforum, que #TurningRed entre en la aulas y en las
extraescolares para poder disfrutar junto con la chavalería del debate respecto
a cualquiera de los muchos temas que la película plantea. Y si este artículo te
vale como guía, pues maravilloso.
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ResponderEliminarLa lectura infantil es una ventana mágica que abre puertas al conocimiento, estimulando el desarrollo del lenguaje y la imaginación. Además de fomentar la concentración, la lectura nutre las habilidades cognitivas y emocionales de los niños.